miércoles, marzo 17, 2021

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Cuando era crio, y venían estos dias de bajona norteños, que solían durar casi todo el curso, no por frio sino por falta de luz, y también de espacio (pues el proceso de estabulación en que estamos metidos ya había empezado: poco a poco fuimos perdiendo la calle por el tráfico creciente, y ya ni los dias que hacía bueno o medio bueno: venga a pasar horas en casa), yo entonces, más que de la tele, me alimentaba del color de los tebeos, un cofre de tesoros al alcance de unas pocas perras. Hoy los tebeos son un lujo para clases medias (bien está: pero yo me quedo fuera, no llego), así que para pasar el tedio dibujo, que como entretenimiento sigue siendo barato. Y felicito a los vencedores, claro es.
 

2 comentarios:

Joselu dijo...

Yo era un entusiasta de los tebeos en mi niñez hasta que a los diez años pasé a los libros. Los devoraba. E incluso más adelante me hice toda la colección de El capitán Trueno y El Jabato. Los tebeos me han hecho disfrutar mucho. Los recuerdo con enorme afecto. Ahora no hay nada equivalente, en los años cuarenta, cincuenta o sesenta eran un elemento de cultura en la precariedad por lo baratos que eran. En un viaje en 1981 que hice por Sumatra, me encontré con espacios donde los niños leían tebeos como los de mi infancia y luego se los intercambiaban con pasión. Me encantó. Supongo que todo esto habrá cambiado. Dibujar, como es tu caso, es una forma de mantener esa pasión por las viñetas y afrontar la oscuridad del invierno y el aburrimiento. Tienes mucha suerte. Apenas me he atrevido a dibujar, me atrae más el escribir -sin ningún arte-.

j. dijo...

Escribir también está bien. Se puede abarcar más, describir el espacio externo, y el interno, el de la mente... Una imagen, por contra, tiene un peso más inmediato, esa es parte de su magia, pero también puede ser muy tramposo. Yo escribiría, de saber. Ahora me arrepiento de no haber prestado más atención en clase de Lengua, mis dos mejores profesoras lo fueron de esa asignatura...