Uno al final no se cree nada y yo me creo menos los discursos enérgizantes, indignados, resentidos, que vociferan que se consideran con la razón moral para sus gritos. Me gusta que me hablen en susurros, al alma, a la razón, no la estómago.
Sí... Hay que desconfiar tanto de los discursos elogiosos como de los críticos. Quizá la idea no sea desconfiar, sino casi lo contrario: dado que no tenemos por qué actuar inmediatamente, escuchemos y luego pensemos a dónde conduce lo que se nos propone. Mucho supuesto mensaje anticonsumista en realidad solo propone un cambio en los productos, no en el modelo.
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Uno al final no se cree nada y yo me creo menos los discursos enérgizantes, indignados, resentidos, que vociferan que se consideran con la razón moral para sus gritos. Me gusta que me hablen en susurros, al alma, a la razón, no la estómago.
Sí... Hay que desconfiar tanto de los discursos elogiosos como de los críticos. Quizá la idea no sea desconfiar, sino casi lo contrario: dado que no tenemos por qué actuar inmediatamente, escuchemos y luego pensemos a dónde conduce lo que se nos propone. Mucho supuesto mensaje anticonsumista en realidad solo propone un cambio en los productos, no en el modelo.
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